Para qué recordar un personaje importante en nuestra vida, si no ha dejado una huella positiva en la existencia, y en este caso, se trata de un hombre merecedor de una evocación desde nuestro punto de vista como lo conocimos y hoy lo evocamos y evaluamos.
La primera vez que supe algo de él, yo tenía 15 años siendo estudiante secundario, al escuchar en una radio de la ciudad de Guayaquil y leído en un diario de esa misma ciudad, que los militares habían allanado su vivienda y confiscado sus libros después de haberlos lanzado como basura a las calles, lo cual me llamó la atención a pesar de estar en plena dictadura militar y hoy que leo su biografía recién sé que estuvo escondido en la clandestinidad por 3 años.
Se trata del licenciado Elías Muñóz Vicuña, quien en 1990 la Universidad de Guayaquil le confirió el título Doctor Honoris Causa por su labor como maestro, historiador, investigador, publicista y bibliógrafo.
Ya como colegial y universitario escuche sobre los Muñocistas y los Saadistas como grupos políticos dentro de los militantes del partido comunista de Ecuador, pero no entendí dichas tendencias.
Fue una época de la guerra fría a nivel mundial y de la lucha de líneas políticas entre los promotores de Moscú y de Pekín, junto con la lucha inspirada en la Revolución Cubana y la juventud que discutía mucho sobre política se orientaban también con simpatía hacia la política estadounidenses, felizmente no me incline ni por los Yancófilos, ni por los Rusófilos, ni chinófilos y ni cubanófilos, pero eso si no acepte las dictaduras militares de aquella época.
Don Elías, un hombre muy humano recomendó a mi primo Eloy para que le den trabajo en el diario El Siglo en Chile a pesar de no ser mi familiar, afiliado al partido de Elías Muñoz, ayudando en ese autoexilio en Santiago de chile, y para nosotros los familiares comprendimos los altos valores morales de este dirigente comunista en una época de fuertes discrepancias políticas.
Al fin lo conocí cuando estando en quinto curso de la Escuela de Sociología de la Universidad de Guayaquil, él entró a darnos clases de Sociología del Trabajo, y observé a un maestro universitario muy versado en la temática y claro en su exposición; fue el único profesor que nos llevó fuera del aula para conocer en la realidad el trabajo obrero y en aquella ocasión se mantuvo un diálogo con ellos.
Un hombre con confianza en la clase trabajadora y su lucha reivindicativa, él como dirigente me enseñó lo que esto significa en la observación sociológica, recuerdo que años más tarde, yo asustado le decía que en la Constitución del Dr. Hurtado se iba a penalizar las protestas y paralizaciones en los servicios públicos, me dijo, no te preocupes, ellos pueden poner pena de muerte a la protesta, que cuando el trabajador decide parar y hacer huelga ellos lo harán, y me dio ejemplos históricos, pues era historiador.
Un día le dije que iba a viajar a la ciudad de Quito y me dijo, llévale la bitácora de la batalla de Tarqui a Jorge Salvador Lara, lo cual me permitió conocer a este historiador y político conservador, quien después de agradecerme por el gesto, me dijo, este documento no lo tenía.
En los años 90 cuando desapareció la URSS mucha gente en todo el mundo se desorientó y no encontró explicación, ante esta “Catástrofe Política” como la denominó Sergio Bagú, y al inquirir a Don Elías al respecto me contestó “Inmovilismo”.
“Desconfía Dalton, de esos teóricos que dicen haber consultado cientos y cientos de libros para hacer obras muchas veces irrelevantes, y te aconsejo escribe lo que vez con seriedad e inteligencia”.
Así fue este hombre que este 10 de febrero cumple un año más de su muerte al cual lo recuerdo con respeto, admiración y felizmente una escuela y una calle lleva su nombre.
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